Empecemos por nuestra propia casa. Aquí tienes un esquema representativo del porcentaje de agua de consumo doméstico que se destina a diferentes usos (en un hogar de un país europeo desarrollado):
Examina los últimos recibos de agua de tu casa y haz un cálculo de vuestra media de consumo familiar.
¿Cuántas personas vivís en casa? Calcula el consumo por persona y día. Normalmente oscila entre 150 y 500 litros. ¿Estáis dentro de ese margen?
¿Qué parte de ese consumo corresponde a aquello que consideramos de primera necesidad (comer y beber)?
Se sabe que las necesidades fisiológicas del cuerpo humano representan un total de 1 m3 por año (unos 2,7 litros/día). Parece claro, pues, que en los países desarrollados, el consumo de agua para cubrir las necesidades básicas se ve superado con creces por el consumo que se deriva de actividades asociadas al nivel de vida.
Haz una encuesta entre algunos de tus compañeros, cuantos más mejor. Pregúntales cuánta agua consumen y en qué la consumen. Anota ordenadamente:
¿Cuántos son? ¿Dónde viven? ¿En qué tipo de casa? ¿En el campo o en la ciudad? ¿A qué se dedican los miembros de su familia?
Toma nota de todos los datos que puedan ser representativos a la hora de interpretar los resultados. Intenta encontrar afinidades entre las personas con las que has hablado y establece grupos; según el número de miembros que conviven en una casa, según el lugar donde viven (campo o ciudad), según su nivel de vida, según la cantidad de electrodomésticos que consumen agua... Recuerda que cuantas más personas entrevistes, mucho mejor.
¿Te parece que puedes establecer una especie de patrón de consumo local, aunque sea con un alto margen de error? ¿A qué conclusiones llegas? ¿Has podido constatar que, en general, el consumo urbano es superior al rural?
¿Cuáles de tus entrevistados consumen mayor cantidad de agua? A partir de las preguntas que les has hecho, ¿te atreves a decir por qué razón consumen tanto, en comparación con los que consumen menos agua?, ¿a qué crees que es debido
Lee este artículo titulado «Ahorrar agua» publicado en El Periódico del 4 de octubre de 1998.
El lavavajillas es un electrodoméstico ecológico. Esta afirmación pone de manifiesto el esfuerzo que han hecho los fabricantes a lo largo de los últimos tiempos. Se puede comprobar que los nuevos lavavajillas han reducido el consumo de energía en un 40% y el de agua en un 60%. La Comisión Europea ha fijado los criterios que se tendrán en cuenta para concesión de la etiqueta ecológica comunitaria. Se persiguen básicamente dos objetivos: reducir los daños ambientales mediante la disminución del consumo de agua y energía y limitar la contaminación del agua disminuyendo el consumo de detergente. La etiqueta ecológica se puede identificar de dos maneras: una, por la margarita y otra comprobando que su consumo se acerca al máximo fijado para este distintivo.
El artículo empieza diciendo: «El lavavajillas es un electrodoméstico ecológico».
¿Crees que, sin entrar en detalles, esta afirmación es cierta? Según tú, ¿qué condiciones tendría que cumplir un lavavajillas o cualquier otro electrodoméstico para que pudiera ser calificado de “ecológico”?
Está claro que este artículo no es, ni mucho menos, un texto técnico sobre electrodomésticos. Así que lo primero que tendrías que hacer es informarte un poco mejor.
¿Has visto alguna vez la etiqueta ecológica comunitaria que se menciona? Vete a una tienda de electrodomésticos y pregunta si tienen alguna marca de lavavajillas que lleve ese distintivo.
Investiga cuántas marcas hay en el mercado que califiquen y promocionen sus electrodomésticos como “ecológicos”. ¿Qué es lo que ofrecen? ¿En qué son ecológicos? Pide información técnica e investiga cuáles son las cualidades y prestaciones que ofrece cada uno de ellos:
Lavavajillas:
Comprueba el rendimiento que promete el fabricante. ¿Son todos similares?
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