Henry Cavendish (1731, Francia – 1810, Inglaterra)
Se decía que era extrañamente tímido, reservado y asocial. En la actualidad, se ha sugerido que su falta de interés a la hora de relacionarse con los demás obedecía al hecho de padecer el síndrome de Asperger (trastorno neurobiológico perteneciente al espectro autista). Al parecer, solo se relacionó con su familia directa y otros científicos, se comunicaba con el personal de servicio a través de notas escritas y nunca tuvo ningún interés en publicar los hallazgos fruto de sus numerosas investigaciones. Este hecho pudo ser la causa de que sus descubrimientos no se reconocieran hasta 70 años después de su muerte y que siga siendo un científico poco conocido.
Cavendish nació en 1731 en el seno de una de las familias más acomodadas de Inglaterra. Hijo de Lord Charles Cavendish, hijo menor del duque de Devonshire, y Lady Ann Gray, quien murió a dar a luz a Frederick, hermano de Henry, cuando éste solo tenía 2 años.
Cavendish estudió en la Escuela de Newcome en Hackney y a los 18 años ingresó en Peterhouse (Universidad de Cambridge), abandonando sus estudios antes de graduarse. Fue en este momento cuando se aisló del mundo y se dedicó exclusivamente a lo que le apasionaba: la investigación en las áreas de las matemáticas, la física y la química. Incluso la millonaria herencia recibida por parte de su tío no consiguió apartarle de sus investigaciones ni de su estilo de vida.
En 1773, construyó un gran laboratorio en Clapham (Londres) con todos los elementos tecnológicos existentes entonces. No faltaban las balanzas, termómetros, barómetros, cubetas y todo tipo de artilugios.
Aparato para producir hidrógeno
Entre otros muchos hallazgos, en su trabajo como físico y químico, proporcionó los primeros estudios sobre la teoría de la electricidad (incluido el concepto de potencial), midió la capacitancia, anticipó la ley de Ohm, formuló la composición química del agua y, sobre todo, descubrió el hidrógeno.
En una de sus investigaciones, Cavendish tomó partículas de zinc que posteriormente mezcló con ácido clórico. Pudo observar que se generaba un gas, bautizado como “aire inflamable”, y que hoy conocemos como hidrógeno. Así, prosiguió sus experimentos al querer comprobar cómo reaccionaba este elemento con otros, como fue el caso del aire. Fruto de esta reacción química obtuvo agua, descubriendo por pura serendipia que el agua estaba compuesta por dos partes de hidrógeno y una parte de oxígeno (1766).
En 1798, más de 20 años más tarde, Cavendish consiguió otro de sus grandes logros: calcular la densidad de la tierra. Este descubrimiento permitió que, 75 años después, se obtuviese el valor real de la constante gravitacional. El mismo Cavendish decía que buscaba “pesar el mundo”. Para ello utilizó un instrumento llamado “balanza de torsión”.
Además, estudió la densidad de la atmósfera, realizó experimentos eléctricos e investigaciones en mecánica, óptica y magnetismo. Todos estos descubrimientos quedaron plasmados en sus informes. Envió muchos de ellos al Royal Society Club de Londres (su única conexión con la sociedad). Sin embargo, otros tantos quedaron almacenados en su residencia, motivo por el cuál no vieron la luz hasta muchas décadas después.
Cavendish falleció, víctima de una enfermedad, en febrero de 1810 a los 79 años, una edad avanzada para su época.
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