Marguerite-Catherine Perey, descubridora del francio y primera mujer elegida académica en la Académie des Sciences

Marguerite Perey

19 de octubre de 1909, Villemomble (Francia) - 13 de mayo de 1975, Louveciennes (Francia)

Siempre quiso ser médico, pero, tras la temprana muerte de su padre, la familia no tenía recursos para ello. Con mucho esfuerzo, y la oposición de su madre, consiguió obtener, en 1929, el título de técnico de laboratorio químico en la Escuela de Enseñanza Técnica Femenina.

Ese mismo año, empezó a trabajar en el Instituto del Radio de París (Francia), donde consiguió un contrato de prácticas como técnico de laboratorio, de 3 meses. Cuando llegó el primer día coincidió con una señora muy amable y vestida con ropas de trabajo y que tomó por la secretaria del laboratorio. No tardó en darse cuenta de que aquella señora tan sencilla era Marie Curie, catedrática en la Sorbona, con dos premios Nobel y fundadora del Instituto del Radio.

Marguerite Perey en el laboratorio

La gran suerte de Marguerite era que había dado con una persona que daba más importancia al talento que a los formalismos y que detectó rápidamente la capacidad intelectual y la habilidad para trabajar en el laboratorio de Marguerite, aunque no tuviera títulos universitarios. La convirtió en su asistente de laboratorio personal y se ocupó de formarla. Estarían juntas cinco años, hasta el fallecimiento de Marie.

En 1934 fue nombrada radioquímico del Instituto, pasando a trabajar a las órdenes del nuevo director del Instituto, André Debierne, y de Irène Joliot-Curie que estaban interesados en el estudio del actinio.

Marguerite Perey - Actinio K

El 7 de enero de 1939 observa una radiación anómala en el actinio que atribuye a un nuevo elemento, el 87 que presenta las propiedades correspondientes a un alcalino y al que denominará inicialmente Actinio K.

Acababa de descubrir el último elemento natural que quedaba para completar la tabla periódica de 92 elementos de Mendeléyev. En los años 40, Coryell y Segrè obtuvieron artificialmente el prometio (61) y el astato (85).

A sus poco más de treinta años tenía un resultado equiparable al de su mentora, Marie Curie.

Los miembros del instituto pensaron que lo presentase como su tesis doctoral, tal y como Marie había hecho con el radio. El problema no sólo era que Marguerite no tuviese un título universitario, es que no tenía ni el bachillerato. En el Instituto decidieron apartarla de todas las tareas de laboratorio y le consiguieron una beca para que pudiese estudiar en la Sorbona. Asistió al preparatorio de medicina para poder tener acceso a una titulación superior y después a módulos de química, biología y fisiología que la universidad consideró equivalentes a una licenciatura (el caso de Marguerite fue excepcional en todos los sentidos).

Finalmente, el 21 de marzo de 1946, a los 36 años, Marguerite presentó su tesis sobre “L’élément 87: Actinium K”. Su última frase recogía el privilegio del descubridor: “El nombre Francio, Fa, se propone para el lugar 87” (hoy día el símbolo del francio es Fr). Como dijo Irène Joliot-Curie, al terminar Marguerite la defensa de su tesis, “Hoy mi madre se habría sentido feliz”.

Marguerite Perey

En 1946, fue nombrada profesora de investigación del CNRS (Centro Nacional de Investigaciones Científicas) en Francia.

Desde 1958 hasta su fallecimiento, trabajó como administradora en el Instituto de Investigaciones Nucleares de Estrasburgo, alternando esta ocupación con sus labores como catedrática de Química Nuclear en la Universidad de dicha ciudad.

La mayor parte de su carrera la dedicó a la investigación de las propiedades físicas, químicas y biológicas de diferentes sustancias radiactivas, tanto naturales como artificiales.

Su labor y contribución a la ciencia fueron recompensadas al obtener el Gran Premio Científico de París (1960), y al ser laureada por la Academia de Ciencias de Francia en dos ocasiones (1950 y 1960), premios a los que se sumó la concesión, en 1964, de la prestigiosa medalla de plata Lavossier, otorgada por la Sociedad Química de Francia.

No consiguió un Premio Nobel, pero, en 1962, se convirtió en la primera mujer elegida miembro de la Academia de Ciencias de París, algo que no logró ni siquiera Marie Curie.

Falleció en Louveciennes (Francia), el 13 de mayo de 1975, a los 65 años, víctima de un cáncer debido a la manipulación de sustancias radiactivas.

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