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En una central nuclear, como en cualquier instalación industrial, junto al producto obtenido (en este caso, electricidad) aparecen una serie de residuos y efluentes.
Los residuos radiactivos de alta actividad, fundamentalmente elementos combustibles que ya han estado en el núcleo del reactor uno o varios ciclos productivos, se almacenan bajo agua en las piscicinas del combustible gastado que hay en la propia central, para que al cabo del tiempo adecuado de decaimiento puedan ser evacuados en unos contenedores metálicos.
En relación con el resto de residuos (baja y media actividad) que son líquidos y gases radiactivos, sólidos, resinas y barros contaminados (procedentes de equipos de filtración, purificación y tratamiento), herramientas, monos y ropas de trabajo, etc., la filosofía de explotación de las centrales es la reducción, descontaminación, desclasificación, etc.
Los productos procedentes de los elementos combustibles, junto los productos de corrosión y de activación y de la fisión en el uranio libre se liberan en el refrigerante del núcle que mediante sistemas de purificación, drenajes y colectores y la descontaminación en las piscinas de almacenamiento del combustible usado, se llevan, dependiende de sus estado a:
Después siempre hay un sistema de vigilancia ambiental para comprobar que todo está correcto.
El vertido al exterior de los efluentes líquidos y gaseosos se efectúa después de rigurosos análisis químicos y radiológicos y la actividad a descargar está regulada por el organismo regulador (En el caso de España, el Consejo de Seguridad Nuclear).
