De la medicina a la agricultura. Y del espacio a la industria pasando por las obras de arte... Las aplicaciones basadas en esta energía no son tan temibles como pudieran parecer, sino que resultan de gran utilidad cada día para todos.
Solemos pensar que la energía nuclear solo se utiliza para generar electricidad, o para hacer bombas. Pero la tecnología nuclear está mucho más presente en nuestra vida de lo que pensamos. Tanto que a veces ni nos damos cuenta. ¿Se han preguntado alguna vez por la radiación que recibimos a lo largo de un año trabajando delante de un ordenador? ¿Y la que recibimos mientras realizamos un vuelo transatlántico? En los teléfonos, en los televisores y hasta en la comida hay radiación.
Pero más allá de mitos, la tecnología nuclear nos ayuda en diversos aspectos de nuestra rutina. El primero, desde luego, es en la salud. La medicina nuclear es una disciplina hoy ya indispensable en el ámbito de la oncología. Es la que se encarga de proporcionar las imágenes que nos dicen dónde está el cáncer. Son las estampacione scon isótopos o tomografía por emisión de positrones (imágenes PET, por sus siglas en inglés).

«Introduces una sustancia radiactiva (azúcar) en el cuerpo y esa radiación se concentra donde está el cáncer y con detectores que se utilizan en física nuclear se detectan esas partículas», explica Pedro
Arce Dubois, investigador de la Unidad de Aplicaciones Médicas del Departamento de Tecnologíadel Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat).
«Las células cancerígenas consumen mucho azúcar por eso la sustancia se concentra a su alrededor, y por medio de la radiación se ve esa acumulación en las imágenes». Es la técnica más habitual para detectar un tumor, pero también podemos aplicar esta tecnología en su tratamiento. Es lo que llamamos la radioterapia para, por ejemplo, tratar el cáncer de tiroides por medio de yodo radiactivo. «Esa sustancia, una vez dentro del cuerpo, lanza esos pequeños rayos radiactivos para matar las células localmente».
La lucha contra el cáncer es la principal aplicación médica de la tecnología nuclear, pero ya se está empezando a investigar en otras enfermedades «para empezar a detectarlas», como el alzheimer. El investigador del Ciemat avanza que se encuentran inmersos en un proyecto con distintas universidades y organizaciones, para anticipar la aparición de esta enfermedad. «Es meter una sustancia radiactiva que el cerebro enfermo procesa de diferente modo a uno sano». «Damos la sustancia y con una imagen vemos en qué parte del cerebro se reparte. Y lo vemos sin necesidad de abrir el cerebro porque a esa sustancia le ponemos un átomo radiactivo que emite imágenes», indica Arce Dubois, que asegura que «así podemos predecir muy anticipadamente si ese cerebro está funcionando mal o si va a tener alzheimer.
Es una técnica que todavía no está en uso habitual pero lo veremos cada vez más en los hospitales», augura. Esta tecnología «permite anticiparse para limitar los daños, pero no es inocuo» advierte, ya que una imagen PET sobre el cuerpo, dependiendo de la intensidad y de la prueba, equivale a entre cinco y 10 años de la radiación que recibimos por vía natural. Eso sí, tranquiliza Pedro Arce que «todo es radiactivo, la naturaleza es radiactiva».
TÉCNICA Y ARTE. Seguro que han tenido conocimiento del proyecto de escaneo de una de las obras más famosas de Vermeer, La joven de la perla, para conocer los secretos que esconde la conocida
como la Mona Lisa del norte. Esa tarea se ha realizado con tecnología nuclear, pero no hace falta irse tan lejos. El Centro de Arte Reina Sofía de Madrid tiene herramientas de tecnología nuclear con las que analizan y estudian las obras. Allí utilizan la cromatografía de gases con la que aplican mucha temperatura a los materiales «y, por la reacción molecular, saltan los electrones y por su comportamiento obtenemos un gráfico con el que identificamos los materiales», tanto orgánicos como inorgánicos. «Es importante porque así sabemos cómo tratar una obra si es un óleo, si contiene acrílicos u otros materiales, o si hay una falta de adherencia», explica el jefe del departamento de Conservación y Restauración del Reina Sofía, Jorge García Gómez-Tejedor.

«También tenemos un espectómetro de infrarrojos que por medio de radiación infrarroja identificamos los materiales. Para estudiar las técnicas trabajamos con sensores y luz ultravioleta, rayos X y cámaras digitales», añade, de manera que cada vez más «vamos conociendo al artista» y la obra sin necesidad de extraer muestras. En este sentido, Gómez-Tejedor valora el uso de la tecnología nuclear en el arte por el conocimiento extra que aporta. «El conocimiento en detalle de las obras te hace apreciar mucho más el estado original de la pieza, trabajamos más en la prevención e intervenimos menos», reconoce.
Pero hay más. La tecnología nuclear la podemos encontrar en la industria para el desarrollo y mejora de los procesos; como combustible para alimentar la instrumentación de satélites y sondas en la exploración espacial; en minería para determinar la composición de las capas de la corteza terrestre a través de sondas nucleares; o en hidrología, donde los isótopos son utilizados para seguir el ciclo del agua e investigar fuentes subterráneas o su posible contaminación.
En la agricultura se utiliza para el control de plagas por medio de la esterilización de los insectos considerados invasores o para la mejora de la calidad de los alimentos por medio de «la irradiación directa de los alimentos para reducir las pérdidas posteriores a la recolección y aumentar su periodo de conservación». Se trata de una técnica «aceptada y recomendada por FAO, OMS y OIEA, consume menos energía que los métodos convencionales y puede reemplazar o reducir radicalmente el uso de aditivos y fumigantes en alimentos», informan desde Foro Nuclear.
Y es que, como aclara el investigador del Ciemat Pedro Arce Dubois,«la radiación está en todas partes».