¿Se puede estar expuesto a radioactividad en casa? ¿Pueden ciertos hogares contener niveles de radioactividad ambiental? La respuesta es afirmativa. Hay una fuente natural de radiactividad que procede del gas radón, uno de los elementos que se generan cuando se desintegra el uranio. Se sabe que una cierta cantidad de este gas se puede encontrar casi en todas partes y que forma parte de la radioactividad natural que hay en todo el planeta.
Este gas se escapa fácilmente del suelo al aire. La cantidad de radón puede variar mucho en función de la geología de la zona y depende de la cantidad de uranio que contengan las rocas de la zona. Es más abundante sobre todo en terrenos silicios y menos en los calcáreos o arcillosos. En el aire, se descompone y produce más partículas radiactivas.
El problema está en que, mientras respiramos, las partículas se depositan en las células que recubren las vías respiratorias, donde pueden perjudicar el ADN y pueden causar cáncer de pulmón. De acuerdo con la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC),este gas se clasifica como carcinógeno del Grupo 1. Para la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), los efectos son sinérgicos, es decir, fumar y vivir en una casa con alto contenido de radón aumenta el riesgo de cáncer "unas 46 veces más que de darse los dos fenómenos por separado". Pero se calcula que "más del 10% de las muertes por cáncer relacionadas con el radón ocurren entre personas no fumadores".
¿Cómo entra en las casas?
Para la mayoría de las personas, la principal exposición al radón se produce en el hogar, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En un edificio, las principales fuentes de radón son el suelo y las rocas, donde está asentado, y los materiales usados en su construcción. También puede entrar a través del agua de suministro y el gas de uso doméstico, aunque se consideran fuentes menores.
El radón entra en las casas a través de grietas o de las uniones entre las paredes, o a través de los huecos alrededor de tuberías o cables, poros pequeños en paredes de bloques o sumideros. Los niveles más altos suelen detectarse en zonas como los sótanos, bodegas o, en general, en partes de la casa que más entran en contacto con el suelo. La concentración depende también de prácticas y hábitos que pueden favorecer su acumulación, como una ventilación deficiente o una construcción muy hermética.
¿Dónde se encuentra el radón?
Si bien todos los edificios pueden contener radón en concentraciones bajas, hay algunas zonas geográficas que, por su geología, es posible que concentren niveles más elevados. El mapa del potencial de radón en España, desarrollado por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), categoriza estas zonas en función de sus niveles y, en concreto, establece las que tienen concentraciones superiores a 300 Bq/m3.
Según este mapa, el 90% de los edificios tienen concentraciones inferiores a esta cantidad y el 10% lo supera. Debe irse con especial cuidado en zonas como Galicia y Extremadura, con un riesgo más alto. En contra de lo que podría suponerse, las zonas con más radiactividad no están cerca de centrales nucleares. Y esto se explica porque el culpable es precisamente el gas radón.
Fuentes naturales de contaminación
El gas radón es el resultado de una forma de contaminación natural, un problema provocado por agentes y partículas naturales. En la atmósfera, la composición normal de los gases incluye nitrógeno, dióxido de carbono u oxígenos. Cuando los niveles de estos gases no están equilibrados o entran en la atmósfera en altas cantidades, se genera contaminación.
Algunos de los principales contaminantes atmosféricos que se producen por causas naturales, además del gas radón, son:
- Monóxido de carbono. Se genera principalmente como una oxidación del metano, que se produce de manera natural por la descomposición de la materia orgánica en la superficie de la Tierra. Está considerado el contamínate atmosférico más común por volumen. El gas metano afecta la capa de ozono en la atmósfera por ser un gas de efecto invernadero muy potente. En combinación con otros elementos en el aire puede ser altamente inflamable. La ganadería intensiva libera importantes cantidades de metano durante la etapa final de su ciclo digestivo. Genera más del 14% de las emisiones de efecto invernadero, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO).
Óxidos de nitrógeno. Incluye el dióxido de nitrógeno (el más tóxico), el óxido nitroso y el óxido nítrico. Su formación se debe sobre todo a la oxidación que sufre el nitrógeno atmosférico (el principal componente del aire) a altas temperaturas. Se puede generar en la naturaleza, como en el caso de actividad volcánica o en los incendios forestales. Los volcanes emiten sustancias como el azufre, el hidrógeno, el cloro, el metano, el dióxido de carbono y el dióxido de azufre que no solo alteran el aire, sino también el agua y el suelo.
Óxidos de azufre (dióxido de azufre y trióxido de azufre). El dióxido de azufre puede convertirse, en altas concentraciones, en un gas irritante que provoca alteraciones en los ojos y en las vías respiratorias. El trióxido de azufre, unido a la humedad, se convierte en ácido sulfúrico en el agua y se convierte en uno de los componentes de la lluvia ácida. Los óxidos de azufre en general se forman cuando el sulfuro de hidrógeno entra en la atmósfera y se oxida.
Hidrocarburos. Están formados por hidrógeno y carbono. Los hidrocarburos, inofensivos en su estado natural, se vuelven dañinos cuando se suspenden en la atmósfera y se someten a reacciones químicas. La materia orgánica que se descompone es, de nuevo, la fuente natural de hidrocarburos. Partículas suspendidas. En función de su composición, pueden atraer a otras partículas y agruparse. Por ejemplo, la composición del material de una tormenta de polvo y una erupción volcánica pueden provocar reacciones en la atmósfera.